EL VIAJE (Mary Oliver)
Un día finalmente supiste lo que tenías que hacer, y empezaste, aunque las voces a tu alrededor seguían gritando sus malos consejos, aunque la casa entera empezara a temblar y sintieras el viejo tirón en los tobillos. “¡Arreglá mi vida!” gemía cada voz. Pero no paraste. Sabías lo que tenías que hacer, aunque el viento escarbara con sus rígidos dedos en los propios cimientos, aunque fuera terrible su melancolía. Era ya suficientemente tarde, y una noche salvaje, y el camino repleto de ramas y de piedras caídas. Pero poquito a poco, mientras dejabas atrás sus voces, las estrellas empezaron a arder a través de las capas de nubes, y hubo una nueva voz que lentamente reconociste como tuya, que te acompañaba mientras avanzabas cada vez más hondo en el mundo, determinado a hacer la única cosa que podías hacer, determinado a salvar la única vida que podías salvar.