La caza de los elefantes


Si la literatura no existiera, esta sociedad no se molestaría en inventarla. Se inventarían las cátedras de literatura y las páginas de crítica de los periódicos y las editoriales y los cocktails literarios y las revistas de cultura y las becas de investigación, pero no la práctica arcaica, precaria, antieconómica que sostiene la estructura.
La situación actual de la literatura sintetizaba, según Steve, en una opinión de Roman Jakobson. Cuando lo consultaron para darle un puesto de profesor en Harvard a Vladimir Nabokob, dijo: "Señores, respeto el talento literario del señor Nabovok, ¿pero a quién se le ocurre invitar a un elefante a dictar clases de zoología?"

La estúpida y siniestra concepción de Jakobson es la expresión sincera de la conciencia de gran crítico y gran lingüista y gran profesor que supone que cualquiera está más capacitado para hablar del arte de la prosa que el mayor novelista de este siglo. La autoridad de Jakobson le permite enunciar lo que todos sus colegas piensan y no se animan a decir. Se trata de una reivindicación gremial: los escritores no deben hablar de literatura para no quitarles el trabajo a los críticos y a los profesores.



Ricardo Piglia, Prisión Perpetua

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