escaleras

AN-MEI HSU
Urracas

Ayer mi hija me dijo que su matrimonio se viene abajo. Y ahora lo único que puede hacer es contemplar cómo se desmorona. Se tiende en un diván de psiquiatra y habla entre lágrimas de esta desgracia. Creo que seguirá ahí tendida hasta que no quede nada por caer, nada por lo que llorar.
- ¡No hay ninguna alternativa!- exclamó.
No se da cuenta de que, si no habla, ya está siguiendo una alternativa. Si no lo intenta, puede perder su oportunidad para siempre.
Lo sé porque me educaron a la manera china: me enseñaron a no desear nada, a tragarme la desgracia de otros, a comerme mi propia amargura.
¡Y aunque enseñé a mi hija lo contrario, ella ha seguido el mismo camino! Tal vez se deba a que soy su madre y es mujer, y yo soy hija de mi madre y mujer también. Todas somos como unas escaleras, un escalón tras otro, que llevan arriba y abajo pero en la misma dirección.
Sé lo que es permanecer en silencio, escuchar y observar, como si la vida fuese un sueño. Puedes cerrar los ojos cuando ya no quieres mirar, pero cuando ya no deseas escuchar, ¿qué puedes hacer? Aún oigo lo que sucedió hace más de sesenta años.

*

Amy Tan
El Club de la Buena Estrella


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